La Consolidación del Tusi y su Historia en Colombia
Por Mauro Díaz y Julián Quintero de Échele Cabeza - ATS (Colombia).
Aunque la cocaína sigue siendo el principal impulsor de la economía ilegal en Colombia, las nuevas sustancias psicoactivas (NPS) están ganando popularidad no solo entre las personas que usan drogas, sino entre los productos de exportación. Este es el caso del polvo rosado conocido como tusi. En los últimos años este nombre ha circulado en diversos medios de comunicación tanto en Colombia como en otros países, pero la información que presentan no siempre corresponde a la evidencia mostrada por los servicios de análisis de sustancias. Por tal motivo, este texto muestra los hallazgos del servicio de análisis de sustancias de Échele Cabeza ubicado en Colombia, que, con análisis colorimétricos, cromatografía de capa delgada (TLC) y GC/MS ha identificado la composición del tusi a lo largo del tiempo. Además, se provee información sobre las prácticas de consumo del tusi que se conocen gracias al trabajo entre pares.
En la prolongada trayectoria de la guerra contra las drogas, Colombia ha sido protagonista al ser el mayor productor de cocaína y al sufrir la violencia generada en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, a pesar de todo el apoyo político y económico de los Estados Unidos para atacar las estructuras criminales, el mercado ilegal se transforma permanentemente para mantener las exorbitantes ganancias. Durante las cuatro décadas de producción de cocaína en Colombia, el crimen organizado ha mostrado la capacidad de adaptarse a las condiciones definidas por el prohibicionismo. El mercado ilegal sobrevivió a la caída de los grandes capos de los 80 y 90, y durante los últimos 20 años la producción siguió en auge. A su vez, las innovaciones en las técnicas de cultivo, extracción del alcaloide y mejoras del camuflaje han conservado el tráfico desde la selva hasta los sitios lujosos del norte global.
No obstante, el mercado ilegal de drogas en Colombia no está limitado solo a la cocaína. Los recientes estudios de consumo realizados por entidades gubernamentales han mostrado un aumento de la presencia de drogas sintéticas como éxtasis, LSD, metanfetamina, ketamina, 2C-B entre otras. Pero estos estudios no tienen una información actualizada de las prácticas de consumo, ni de la composición de las sustancias psicoactivas, en especial por la confusión entre el psicodélico 2C-B y un cóctel de sustancias denominado tusi.
La historia del tusi se puede rastrear aproximadamente desde Colombia cuando en el 2012 un medio de comunicación puso en evidencia la reciente preferencia de una clase privilegiada por las sustancias sintéticas, específicamente por el 2C-B. Después de esa noticia la curiosidad por la “nueva” droga aumentó, pero la demanda superó la oferta. Entonces, por la dinámica del mercado, un polvo rosado apareció emulándolo y se conoció como “tusibí”. Este nombre se deriva de la traducción fonética en inglés del 2C-B y actualmente se usa más su forma corta como tusi.
En el 2015 nuestro servicio de análisis empezó a recibir muestras de un polvo rosado que las personas usuarias identificaban como 2C-B. La limitación de los análisis colorimétricos no permitió identificar más que ketamina y MDMA, y esto ayudó a explicar los efectos que las personas usuarias describían, dado que la combinación de ambas sustancias produce un efecto diferente al de un psicodélico como el 2C-B y al de una cocaína rosada que algunas personas afirmaban tener.
Algo que desde el principio caracterizó al tusi es su aroma y sabor dados por aditivos alimenticios. Sandía, fresa, uva y café son unos de los muchos sabores que ayudan a enmascarar la amargura de la MDMA. Estas sensaciones, junto con sus efectos, diferencian al tusi de la cocaína y son claves para entender las preferencias en una nueva generación de personas usuarias de drogas.
En este nuevo mercado el empaque del tusi también es importante. A diferencia de una pequeña bolsa transparente con la que se vende la cocaína en las calles de Colombia, el tusi puede encontrarse en brillantes bolsas doradas, plateadas, y en algunos casos con stickers de caricaturas psicodélicas. Esto convierte al tusi en un producto llamativo. Además, poco a poco el color rosado dejó de ser el único y aparecieron polvos de color azul, morados, naranjas, amarillos, dando lugar al mito de que el color determina los efectos y la potencia.
Todo pareciera ser diseñado para una generación heredera de la narcocultura colombiana que no teme hablar de las drogas. En cambio, acepta su consumo y lo exalta a través de la música, particularmente con el reggaetón y con la variación colombiana del latín tribal house conocido como “guaracha”. Muestra de esto, en el año 2017 se volvió viral en Colombia un clip de audio que mencionaba las palabras “guaro, perico, popper, tusi y sexo”. Estas palabras mostraron bien el contexto del consumo del tusi: la fiesta. En este punto el tusi ya no era una droga de la élite como se mencionó en el comienzo, sino que ya hacía parte de una clase más popular. Culturalmente logró posicionarse como la droga de la nueva generación de jóvenes de Colombia, “los viejos usan cocaína, los jóvenes usamos tusi” que además hace parte del “combo” de turismo sexual que se ha tomado ciudades como Medellín y Cartagena en Colombia.
Para el año 2019, en colaboración con el Observatorio de Drogas de Colombia del Ministerio de Justicia, se emitió una alerta temprana alertando que el 2C-B contenía ketamina, MDMA y cafeína, esta última sustancia no es posible identificarla con el análisis colorimétrico, por lo que implicó una novedad en su momento. Posteriormente, con análisis GC/MS a 162 muestras recolectadas en el 2019 se detectaron MDMA, MDA, anfetamina, metanfetamina, N-etilpentilona, cocaína y cafeína; psicodélicos como 2C-B y DOB; anestésicos locales como bupivacaína, fenacetina y lidocaína; opioides como tramadol y oxicodona; y otros medicamentos como carbamazepina, sertralina, paracetamol y metronidazol.
En el 2020, a comienzos de la pandemia del Covid-19 se registraron cambios en el consumo de drogas en Colombia. Sustancias como la cocaína y el éxtasis eran menos preferidas dado que las fiestas, conciertos y demás eventos nocturnos fueron restringidos por las cuarentenas. El ambiente fue propicio para el surgimiento de una escena clandestina de música electrónica que escapó de los controles sanitarios y que entre el 2021 y 2022 recibió un público ávido por explorar. Para ese entonces, las personas usuarias ya entendían la diferencia entre el tusi y el 2C-B, lo que llevó a que en el servicio de análisis se recolectaran los datos de una forma diferencial y se diera una información de reducción de daños específica.
En el 2021 el tusi fue la tercera sustancia más analizada después de la MDMA y el LSD. Si bien en el 2012 un gramo de tusi costaba 280.000 pesos (70 USD), para finales del 2021 podría encontrarse por menos de 40.000 pesos (10 USD). A su vez, se observó que el 72.6% de las personas usuarias que llevaron muestras de tusi tenían menos de 30 años, a diferencia de la cocaína que era del 49.3%. Además, el 18,1% de las personas reportaron un uso de una vez al mes, el 19,0 % de más de una vez al mes y 21,0% de una vez a la semana. Todo esto muestra una preferencia de las personas jóvenes a tener unos consumos frecuentes, que también reportaron prácticas de policonsumo con popper, éxtasis, cannabis, nicotina y alcohol.
En otro estudio con análisis GC/MS, esta vez en 25 muestras recolectadas en el 2022, se encontró que el 96% contenían ketamina y cafeína, y el 88% contenían MDMA; estas tres sustancias continuaron siendo los componentes principales. Además también se detectaron sustancias como paracetamol, cocaína, metanfetamina, oxicodona, fenacetina, levamisol, N,N-dimetilpentilona, levamisol, alprazolam y clonazepam. En este caso las benzodiacepinas aparecieron, pero aún faltaban datos para poder establecer una tendencia.
En el 2023 se analizaron 100 muestras de tusi con TLC y fue posible identificar 18 mezclas de sustancias, lo que da idea de la composición variable que tiene el tusi.8 Sin embargo, la TLC no permite identificar todas las sustancias detectadas, ni permite conocer concentración. De igual forma, la TLC no permite identificar benzodiacepinas en las condiciones de análisis utilizadas. Para esto se necesitan otras técnicas de análisis rápidos como las tiras reactivas.
En el 2023 con la expansión del fentanilo en Estados Unidos, los medios nacionales anunciaron de forma sensacionalista la presencia de este opioide en Colombia. Con respuesta a esto, el servicio de análisis incorporó el uso de tiras de fentanilo para analizar las muestras de tusi y simultáneamente se usaron tiras de benzodiacepinas para poder detectarlas a baja concentración. En total se analizaron 264 muestras de tusi y no se detectó fentanilo en ninguna de ellas. En cambio, se analizaron 205 muestras con las tiras de benzodiacepinas y el 20,8% resultaron positivas.
Más recientemente, de enero a junio del 2024 se analizaron 319 muestras de tusi con las tiras de fentanilo y ninguna de ellas dio positivo. Mientras que se analizaron 186 muestras con tiras de benzodiacepinas y el 44,6% de estas resultó positivas. Es decir, se observó un aumento del 23,8% con respecto al año anterior. Esto podría implicar una tendencia de un nuevo componente que hay que prestar atención dado que, por el contexto de uso de fiesta, las mezclas con alcohol y con la ketamina del mismo tusi puede conllevar a situaciones de riesgo en las personas usuarias, como depresión del sistema nervioso.
Ahora bien, siendo que la ketamina y MDMA han sido los componentes que históricamente han estado más presentes en el tusi, y que la posibilidad de mezclas son innumerables ¿qué tanto puede variar la composición en otras partes del mundo? ¿la ketamina será tan utilizada en otros países?
Cuando la Organización de las Naciones Unidas inició el sistema de fiscalización en 1961, la cocaína, la marihuana y la heroína fueron enlistadas para ejercer un control que resultó en la prohibición sobre su producción, comercialización y uso. Una década después, en 1971, se enlistaron otras sustancias que emergieron a medida que la sociedad se transformó, tales como los psicodélicos sintéticos, anfetaminas, benzodiacepinas, entre otras. Sin embargo, es tanta la posibilidad de evadir controles a través de la síntesis química, que la ONU creó otra categoría denominada Nuevas Sustancias Psicoactivas (NPS) para incluir cualquier sustancia que consideraran potencialmente dañina. A noviembre del 2023 se tenían registradas 1230 de estas NPS.
Ahora bien, no todas las NPS son realmente nuevas. Por ejemplo, la ketamina fue sintetizada en 1960, pero su uso ha crecido desde los 90. Según el Informe Mundial de Drogas del 2024 “las incautaciones mundiales de ketamina alcanzaron un nivel récord en 2022, con un aumento del 70 % en comparación con 2021 en Asia oriental y sudoriental con aumentos notables en otras subregiones”. De igual manera, la Australian Criminal Intelligence Commission (ACIC) registró, gracias al análisis de aguas residuales, un aumento en el consumo de ketamina en varias ciudades de Australia. Adicionalmente, en el 2022 el servicio de análisis de sustancia CanTest detectó un nuevo análogo de ketamina que la llamaron “CanKet” (ketamina de Canberra). Asimismo, la UNODC informó en el 2024 de un aumento en las incautaciones de análogos de ketamina en diferentes países como China, Corea del Sur y Nueva Zelanda.
Aunque los anteriores datos muestran un aumento del uso de ketamina en el mundo, estos no permiten interpretar las prácticas de consumo. Por otra parte, en el 2022 la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) reportó la presencia de ketamina en diferentes mezclas de drogas en Myanmar, Singapur y Tailandia. Por ejemplo, la “happy water” que contiene cafeína, MDMA y catinonas, o la “k-powdered milk” que contiene diazepam y cafeína. A su vez, dicho reporte menciona que, en Latinoamérica, Norteamérica y Europa se ha registrado una mezcla de ketamina con otras sustancias conocida como tusi.
El tusi ha sido reportado en diferentes países tanto por servicios de análisis de sustancias, como por autoridades judiciales que han atacado a redes criminales involucradas con redes de tráfico desde Colombia. Esto muestra un cambio drástico en el mercado ilegal, ya que para la producción de tusi no se necesitan grandes áreas de cultivos, ni la construcción de laboratorios en la selva. La elaboración de drogas pasó a entornos urbanos que se hace a menor escala, con el uso de ingredientes más disponibles que los precursores químicos necesarios para la producción de cocaína, lo que hace más difícil de rastrear para las autoridades.
Más allá de un polvo que contiene sustancias psicoactivas, el tusi es un producto que el mercado ilegal posicionó con su toque exótico de sabores, colores y sensaciones. Ahora bien, el consumo de un polvo comercializado como cocaína rosada o 2C-B dificulta la recolección de datos de consumos, porque las personas no saben exactamente qué contiene. Por esto es necesario que se analice y se divulgue más información sobre el tusi en diferentes partes del mundo. Es posible que la historia de Colombia se repita en otros países donde el tusi se inicie como una droga exclusiva y luego se convierta en toda una mezcla de NPS que, dependiendo de la región del mundo donde se elabore, puede conllevar a riesgos más severos de lo que conocemos actualmente.
Mauro Díaz es químico y Magíster en Ciencias Química. Director del Servicio de Análisis de Sustancias del proyecto Échele Cabeza de la Corporación Acción Técnica Social (ATS) en Colombia.
Julián Quintero es sociólogo con Maestría en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología. Director de la Corporación Acción Técnica Social (ATS) en Colombia.